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Los cazadores y los juegos de rol (parte 1 de 2)

Saludos a todos. Me estaba preguntado qué podría decir a estas alturas para introducir el presente artículo de nuestro colaborador más dicharachero, of course mi muy estimado Magus, que al igual que el transfuncionador del continuo su poder sólo es superado por su misterio; ¿y a qué conclusión he llegado? pues que a estas alturas todo sobra y que sus perlas de sabiduría no necesitan presentación así que dejémonos de texto de relleno y vayamos a lo que gusta.

Ah, se me olvidaba: No quería dejar pasar la ocasión para daros las gracias a todos los que os acercáis por aquí a leernos, a pesar de los calores de esta época (si es que lo que apetece es estar en la playa, para qué negarlo); así que, lo dicho, gracias por leernos y que tengáis un fantástico y rolero verano.

CAZADORES Y JUEGOS DE ROL


“Si el hombre caza al tigre se considera un deporte. Si el tigre caza al hombre se considera bestialidad.”

-George Bernhardt Shaw



El otro día me encontraba en una librería curioseando una serie de volúmenes de antigua sabiduría, cuando mi mirada siempre atenta y rauda captó un libro de ocasión. No era el único. Otro cliente había percibido mi mismo objeto de deseo por lo que rápidamente y utilizando una antigua técnica transmitida entre mis antepasados durante siete generaciones que consiste básicamente en una combinac

ión de carga y barrido de brazo junto con férrea presa de mano me adelanté, dejando a mi oponente chasqueado. Fue entonces cuando al hojear las páginas tuve una súbita revelación. ¿Por qué no escribir un artículo sobre cazadores y presas para Baúl Bizarro? Y dicho y hecho.


LOS CAZADORES EN LA LITERATURA

En cierto sentido, la figura del cazador constituye la expresión más antigua y primitiva del héroe. En las sociedades prehistóricas y en las actuales sociedades de cazadores-recolectores, el cazador ocupa una posición especial, al tener que enfrentarse a la naturaleza para conseguir su presa, el sustento de su familia y tribu, o eliminar la competencia de los depredadores naturales. En las antiguas pinturas rupestres, y en los relatos orales de la actualidad los cazadores a menudo ocupan un papel protagonista, en mitos y rituales que conllevan la matanza de las criaturas con las que conviven, y que a menudo se manifiesta en ceremonias de caza y de honra a las bestias que dan su vida para los seres humanos.


Durante el acto de la caza el cazador también se enfrenta a la probabilidad de una muerte violenta, lejos de su hogar, pero la posibilidad del premio de la victoria es la que le impulsa a continuar aventurándose fuera de las fronteras protectoras de su hogar.


Cuando surgen las primeras civilizaciones antiguas y se desarrollan lenguas y culturas, la caza también se convierte en un tema literario y religioso, surgiendo deidades que propician o de alguna forma son “patronas” de la caza como Cernunnos, o diosas lunares como Artemisa, Diana, etc.

Muchos dioses y héroes de la antigüedad asumen el papel de cazadores de monstruos, protegiendo la civilización de bestias que representan el miedo a la naturaleza descontrolada. En muchas mitologías la creación del mundo se convierte en un acto de destrucción de un monstruo, como el mesopotámico Marduk que mata a la serpiente Tiamat, Odín y sus hermanos al gigante Ymir, Thor intenta pescar a la serpiente Jormundgander, etc.


Pero no sólo los dioses se convierten en protectores de la humanidad, muchos héroes de la antigüedad asumen el papel de destruir a los monstruos. Especial mención merecen los héroes griegos como Teseo, que mata al Minotauro, Perseo mata a la Medusa, Belerofonte a la Quimera, etc. De todos estos héroes-cazadores sin duda merece especial mención la figura de Heracles-Hércules, que tras matar a sus hijos en un acceso de locura provocado por su celosa madrastra Hera, para expiar su crimen emprende doce laboriosos trabajos, entre los que se encuentra la caza de varios monstruos: el León de Nemea, la Hidra de Lerna, la Cierva de Cerinia, el Jabalí de Erimanto, los Pájaros del Lago Estínfalo, el Toro salvaje de Creta, el Cancerbero. Según San Jerónimo, Hércules habría completado sus trabajos en el año 1246 a.C.


Los héroes-cazadores antiguos constituyen la base de los cazadores de monstruos posteriores, un subgrupo especializado de cazadores cuyo objetivo no es el mero sustento de su comunidad, sino hacer frente a amenazas o pruebas excepcionales y salir fortalecidos por su experiencia, que en cierta manera constituye un rito de iniciación que los sitúa por encima de los humanos corrientes.


En otro ámbito muy diferente, antes de la llegada del cristianismo, los pueblos germánicos también crean sus propias sagas, leyendas y mitos bien en torno a la caza mundana, o frente al desafío de las grandes bestias sobrenaturales. Entre todas estas sagas destacan especialmente el héroe Beowulf, que es llamado a la corte del rey Rothgar para enfrentarse al monstruoso Grendel y su madre, o Sigfrido, que da caza al dragón Fafnir. Los relatos anglosajones y nórdicos conseguirán sobrevivir a la llegada del cristianismo, que pronto los incorporará a su propio acervo mitológico, sustituyendo a los héroes paganos por sus santos y santas, que se enfrentarán a dragones y otras bestias monstruosas, símbolos del mal por excelencia, herederos de la serpiente del Paraíso y reflejo de los monstruos del Apocalipsis.


La leyenda de San Jorge y el dragón, que aparece en torno al siglo IX, tiene una enorme influencia sobre todos los cuentos de hadas y dragones de Occidente. San Jorge se convierte en el símbolo del ideal del caballero cazadragones por excelencia, y toda una figura simbólica que sobrevive hasta la actualidad. Como es de esperar el relato adquiere diversas variantes en Europa y Asia Menor, pero básicamente consiste en una historia sobre un dragón que exige sacrificios humanos a una población pagana, y que echan a suertes quién debe ofrecerse a la bestia hasta que le toca a la princesa local. Sin embargo, aparece San Jorge (normalmente a caballo) se enfrenta al dragón, lo mata y salva a la princesa. La población agradecida se convierte al cristianismo. Aunque en sus inicios se consideraba verídica, ha sido abandonada progresivamente y considerada como una alegoría religiosa del enfrentamiento entre la idolatría, Satanás y el cristianismo.


La historia de San Jorge hereda muchos elementos de la antigüedad pagana, como el dios Sabacio de Capadocia (una de las primeras regiones en adoptar al santo), que aparece a caballo aplastando a una serpiente, o el mito de Andrómeda, princesa de Etiopía, salvada y posteriormente casada con el héroe Perseo, vencedor de la Medusa.


De esta forma durante la Edad Media conviven por una parte el humilde cazador campesino de los relatos orales, que a menudo se enfrenta a lobos y otras alimañas que constituyen una amenaza muy real para las poblaciones agrícolas, y por otra parte el heroico caballero, que viaja a reinos mágicos en diversas búsquedas que a menudo involucran enfrentamientos con dragones y otras bestias sobrenaturales. Ambos se diversifican y adquieren una presencia cada vez más importante como figuras literarias.


Aunque originada en la Edad Media, es en la Edad Moderna, y sobre todo durante el siglo XVII donde se forja el estereotipo del cazador de brujas. Mientras que los inquisidores de la Iglesia Católica dirigen su atención principalmente hacia disidentes religiosos, los cazadores protestantes aprovechan lugares de inestabilidad política y donde el poder de las autoridades es débil, para lanzar acusaciones de brujería contra las desdichadas víctimas, principalmente mujeres, que captan su atención. Y no sólo existen intereses económicos en esta caza de brujas, sino también un miedo genuino creado por el temor hacia el infierno y sus servidores.


Con la llegada de la Edad de las Exploraciones y la decadencia de la caballería medieval, los relatos sobre cazadores de dragones pierden popularidad, al mismo tiempo que progresivamente surgen los elementos de un nuevo tipo de cazador asociado a la exploración y en busca de exotismo y aventuras. Los relatos de los viajeros no sólo incluyen enfrentamientos con las poblaciones “salvajes” sino con bestias anacrónicas, que todavía resisten en los reductos perdidos del mundo. Sin embargo, es el siglo XIX, con la popularización de los relatos de viajeros-exploradores como Livingstone o Stanley, que surge la figura del “gran cazador blanco”, el representante de la civilización occidental, cuyos desafíos adquieren un tinte más “realista”. El objetivo de la caza a menudo lo constituyen animales exóticos o depredadores naturales como leones, tigres, osos, elefantes, rinocerontes, etc., cuya ferocidad y peligrosidad a menudo son exageradas en los relatos para incrementar el mérito de su captura.


A finales del siglo XIX, también aparece un nuevo tipo de figura de cazador, el “hombre salvaje”, que a pesar de haberse criado en la naturaleza consigue sobrevivir y adaptarse perfectamente al mundo que le rodea. En cierta medida es una idealización del mundo natural frente a los problemas derivados por la creciente industrialización y complejidad de la sociedad occidental.


El primero de estos exponentes es “El libro de la selva” o “El libro de las tierras vírgenes” (1894) de Rudyard Kipling, que consiste básicamente en una serie de cuentos de animales en las junglas de la India que plantean una serie de lecciones morales. Los primeros ocho cuentos tratan la historia de Mowgli, un niño que es adoptado por los lobos después de que sus padres sean atacados por el tigre Shere Khan. Los lobos lo llaman Mowgli “la rana”, porque no tiene pelo. Una vez aceptado en la manada mediante la mediación de la pantera Bagheera Mowgli vive una serie de aventuras en las que aprende el valor de las leyes de la selva, la amistad y el trabajo en equipo. Sin embargo, a medida que crece, las diferencias con los lobos se hacen más fuertes y finalmente regresa a una aldea con los humanos, donde se convierte en pastor de bueyes, aunque no logra adaptarse por completo a la vida civilizada. Finalmente se enfrenta a su enemigo, el tigre Shere Khan, y lo mata provocando la estampida de su rebaño. Una vez muerto el tigre, Mowgli vuelve con los humanos, que lo temen por hablar con los animales y finalmente escapa a otro pueblo, gobernado por los ingleses, que son quienes imponen el orden, las leyes y la justicia. El resto de los cuentos de “El libro de la selva” son historias diferentes en otros lugares y otros animales como protagonistas.


En 1912, ya en el siglo XX aparece “Tarzán”, del escritor Edgar Rice Burroughs, el hijo huérfano de una pareja de aristócratas ingleses abandonados en África a finales del siglo XIX. A su muerte, Tarzán es adoptado y educado por una manada de monos llamada “mangani”, una especie desconocida por la ciencia, pero con características de gorilas, chimpancés y homínidos, y que hablan un lenguaje primitivo. Tarzán significa “piel blanca” en lenguaje mangani. Sin embargo, su verdadero nombre es John Clayton III, Lord Greystoke. Debido a su vida entre los mangani Tarzán adquiere una gran habilidad atlética superior, pero también un gran conocimiento, aprendiendo a leer solo a través de los libros dejados por sus padres y aprendiendo a hablar varios idiomas de forma fluida. Solamente vuelve a contactar con los seres humanos cuando es adulto, visitando la civilización, pero finalmente rechazándola para volver a la selva. En historias posteriores se cuentan sus aventuras, descubriendo en ocasiones civilizaciones perdidas en la selva.


La industrialización y el pensamiento científico del siglo XIX también dan lugar a la aparición de personajes eruditos y académicos, que a menudo contraponen su ciencia frente a la superstición y la barbarie. De las filas de estos científicos a menudo surgen aventureros dispuestos a luchar por el triunfo de la razón frente a amenazas sobrenaturales. Es en esta época, paralelamente a la difusión de monstruos literarios de diverso tipo, que también se perfila la figura de sus oponentes. Quizás de todos ellos la figura más popularizada sea la del cazador de vampiros, perfilada ya en el Barón Vordenburg, el primer erudito profesional dedicado a la persecución de los no muertos, y configurada del todo en el jovial y socarrón Abraham Van Helsing, el adversario por antonomasia del Conde Drácula, que a su vez crea todo un símbolo que será extendido por la literatura y el cine del siglo XX.


A medida que avanza el siglo XX, la figura del cazador de bestias aparece progresivamente desplazada por otros héroes enfrentados a amenazas más racionales, aunque la progresiva evolución de la sociedad no deja de ofrecer nuevas variables. La postguerra y la moda de las invasiones alienígenas hacen surgir al “hombre de negro”, el enigmático e implacable agente del gobierno encargado de proteger a la sociedad incluso de sí misma, o los exploradores espaciales enfrentados a seres extraterrestres que ocupan el lugar de los monstruos y quimeras de la antigüedad.


Con el resurgir de la fantasía medieval, muchos de los estereotipos de la época son resucitados y adaptados. La figura del cazador adaptado a la vida en las tierras salvajes a menudo se asimila con la figura del proscrito, como Robin Hood, llevando a cabo una lucha clandestina contra el orden establecido o defendiendo a la humanidad desde las sombras de la naturaleza. Quizás Aragorn el montaraz, uno de los personajes clave de “El Señor de los Anillos” sea el exponente que mejor ejemplifica esta nueva visión de la figura del cazador, pero sin duda el modelo mejor acabado sea Geralt de Rivia, creación de Andrzej Sapkowski, un cazador profesional de monstruos especialmente educado y adiestrado para esa tarea en técnicas mundanas y mágicas.



Por último, paralelamente al cazador de bestias y monstruos existe otra figura similar, pero bien diferenciada debido al tipo de presa: cazadores de hombres, cazarrecompensas y asesinos. Su labor a menudo constituye un complemento a los agentes de la ley, bien colaborando en la captura o eliminación directa de criminales y proscritos, o actuando por su cuenta mediante medios especializados o ilegales que los agentes ordinarios no pueden utilizar. Estos cazarrecompensas a menudo adquieren la categoría de antagonistas de los héroes, a menudo después de que éste haya burlado a la justicia ordinaria o reciben un contrato secreto ya que su reputación a menudo resultaría en detrimento de sus clientes. Literariamente se trata de una figura que también ha evolucionado en varias figuras: la más habitual es la de un mercenario autodidacta que se ha ganado un nombre por sí mismo, aunque en otras ocasiones se trata de grupos marginales y especializados que a menudo operan en la clandestinidad y adiestran a sus miembros en todo tipo de artes de matar.


En la actualidad la figura del cazador, en escenarios fantásticos, modernos o futuristas, sigue vigente. Bien sea cazando bestias legendarias, depredadores de la humanidad o seres extraterrestres, a menudo resulta recurrente como héroe, secundario y en ocasiones como adversario cuando la figura de la presa es humanizada.


LOS CAZADORES EN EL CINE Y LA TELEVISIÓN


Desde sus inicios el cine ha bebido profundamente de la literatura anterior y contemporánea, por lo que no es de extrañar que la figura del cazador haya aparecido en el ámbito cinematográfico desde sus inicios. El personaje de Tarzán pronto contó con su primera adaptación en la época del cine mudo en el año 1918.


Entre algunos ejemplos destacados podemos señalar “El malvado Zaroff” o “El juego más peligroso” (1932), en el que la figura del “cazador blanco” aparece demonizada en un personaje decadente que decide buscar el desafío definitivo cazando seres humanos en una isla apartada de la civilización.


En la segunda mitad del siglo XX la popularidad de las películas fantásticas de Ray Harryhausen, que recrean los mitos clásicos y de las Mil Una Noches, permiten su recreación visual. Muchas de estas películas concentran su atractivo en la aparición de bestias y personajes míticos, que de forma inevitable entran en conflicto con sus protagonistas: Simbad el Marino, Jasón y los Argonautas, Furia de Titanes…


En estas recreaciones y mezclando el género fantástico con el peplum romano resurge la figura cinematográfica de Hércules, iniciada con “Le fatiche di Ercole” (1957) y que duraría buena parte de la década de 1960. Resucitada ocasionalmente como una serie televisiva en la década de 1970 y una película en 1983, la figura del héroe griego recuperaría popularidad en la década de 1990 con una popular serie televisiva y una película de Disney.


De 1996 es la película “Los demonios de la noche” (1996), basada en un hecho real ocurrido a finales del siglo XIX, cuando una pareja de leones devoradores de hombres interrumpieron la construcción del ferrocarril sudafricano y mantuvieron en jaque a los cazadores enviados para acabar con sus ataques.



Y aparte de las adaptaciones cinematográficas de personajes como Aragorn, Geralt de Rivia y otros, merecen una mención especial los cazadores de criaturas sobrenaturales. Desde las primeras adaptaciones de “Drácula”, su oponente Abraham Van Helsing dejó representaciones memorables por parte de actores como Peter Cushing o Anthony Hopkins. Aprovechando el auge del cine de terror gótico, el cine también produjo sus propios cazadores de monstruos, aunque inevitablemente vinculados al Van Helsing original. Su adaptación más reciente en la película “Van Helsing” desmitifica por completo su figura, convirtiéndolo en un héroe moderno y diferente de su encarnación literaria. Otros cazadores de vampiros más recientes y que también han aportado su propio grano de arena al largo linaje de oponentes de los no muertos son Neville, el último representante de la humanidad en el apocalíptico escenario de “Soy Leyenda” y “Buffy Cazavampiros”, que de la gran pantalla dio origen a una exitosa serie televisiva. Por su parte los medio vampiros “Blade” y “Vampire Hunter D” aportan referentes situados a medio camino entre el mundo de la humanidad y el de los monstruos, sin pertenecer por completo a ninguno de ellos, y entregándose a la caza de vampiros como desahogo de su soledad. Su figura está tomada del dampir folklórico, una criatura engendrada por un vampiro y que tiene el poder para destruir a los no muertos.


Y uno de los últimos aportes a la figura del cazador popularizada en las últimas décadas, pero que dispone de referentes que hunden sus raíces en la Edad Media es “El exorcista” (1973) que representa la lucha directa de la Iglesia contra el mal encarnado en la Tierra. Aunque en las décadas posteriores existen algunos eclesiásticos que actúan como cazadores de vampiros o brujas, es en el exorcista donde la figura del sacerdote cazador adquiere mayor profundidad y protagonismo, con suficiente éxito para generar varias secuelas y convertirse en todo un icono.


El formato del “cazador de monstruos” también ha servido para que diversas series rentabilicen la atracción de la lucha contra lo desconocido y sobrenatural: “Expediente X”, “Misterio para Tres”, “Reaper”, “Sobrenatural”…sin duda los cazadores siguen estando tan de actualidad como siempre, ejerciendo igual fascinación en las últimas generaciones que en el pasado.


(continuará)

Comentarios

WilliamDarkgates ha dicho que…
excelente como siempre, ya las extrañaba estas entradas
Brownieman ha dicho que…
Bueno, la verdad es que la falta de actualizaciones de este tipo no es cosa de Magus sino culpa mía que en los últimos meses he estado más liado que un ovillo de lana. A ver si todo vuelve a su cauce en las próximas semanas ;)

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